martes, 22 de diciembre de 2015

Los lances del Portichuelo

Tras el pronunciamiento liberal de 1820 comienza una nueva era de constitucionalismo en España, jurando Fernando VII a regañadiente la constitución de 1811.
Mientras tanto las potencias extranjeras ganadoras tras la guerras napoleónicas negociaron un nuevo orden internacional, donde vieron la necesidad de apoyarse entre sí ante el peligro que suponía el liberalismo, creando para ello la Santa Alianza.
En 1823 Fernando VII solicitó su ayuda para restablecer el absolutismo y en su apoyo se envió a los Cien mil hijos de San Luis, un gran y curtido ejercito francés dispuesto a ello. 
Comenzó así una cruenta guerra entre los liberalistas partidarios de la constitución y los realistas partidarios del absolutismo.
Los Cien Mil hijos de San Luis entraron en España apoyando a los realistas, oponiendo fuerte resistencia los liberales, pero conforme avanzaba el conflicto éstos últimos iban perdiendo posiciones y se fueron replegando hasta Cádiz, con el rey como rehén. Cádiz era una ciudad emblemática pues durante la guerra de la independencia fue la única que no fue conquistada por Napoleón. 
Los Cien Mil hijos de San Luis


Antes de que la ciudad de Valencia cayera en manos del ejercito francés su Milicia Nacional la abandonó con la consigna de defender Alicante, que era otra de las emblemáticas ciudades de liberalismo, quizás por su intensa vida comercial, al contrario que el resto de poblaciones de la provincia mas decantadas por la causa realista.
Pasaban los meses y el devenir de la guerra seguía sin ser favorable a los constitucionalistas y a mediados de julio de 1823 los realistas posicionados en Elche intentan crean un bloqueo sobre Alicante. No dudan en registrar todas las casas de campo de las partidas de Torrellano y El Altet, tomando todas las armas que allí se encontraban y prohibiendo a sus vecinos que entregasen o vendieran todo tipo de víveres a los sitiados, con la amenaza de las penas mas severas. Para dejar clara su intención varias partidas de soldados realistas recorrían regularmente dichas partidas imponiendo el miedo y el robo, como recogió la prensa “los facciosos robaron el 15 otro ganado en el partido llamado El Altet”  o como el 17 “en santa pola han robado a un labrador y arruinado su casa, llevándosele un ganado y las mulas de labranza”.
Ese mismo día 17 se informa de que en el ventorrillo de Torrellano se despliegan a 12 lanceros realistas, y como ya se encuentran 600 soldados en Elche.
La táctica de ambos contendientes era sencilla: rápidas salidas militares para hostigar al enemigo y vuelta a posiciones seguras. Aquello comenzó a parecer una correría de tropas entre Alicante y el resto de villas que la rodeaban en un tanteo de fuerzas.
Eso es lo que ocurrió el día 19 de julio, de Alicante salió una columna compuesta por 200 infantes y 12 caballos y se situó en lo alto del Portichol. La caballería bajó hasta el ventorrillo de Torrellano para hacer un reconocimiento pero al llegar hasta él fuero atacados por 16 lanceros realistas. Sorprendida la caballería por el ataque intentó subir hasta lo alto de la sierra, momento que se produjo una escaramuza. La infantería hizo fuego contra los lanceros matando a un caballo, siendo herido su jinete. Un jinete de la caballería liberal, al replegarse precipitadamente, cayó al suelo y fue hecho prisionero.
Al día siguiente volvió a ver otra correría. Unas partidas de  absolutistas llegan hasta el Barranco de las Ovejas, pero al salirle al paso las tropas del coronel Antonio Fernández de Bazán “se replegan los facciosos hacia el Portichuelo, donde una columna de infantería y caballería de ellos ocupaban las alturas sin esperar la batalla”. Una columna más sale de Alicante al mando de su gobernador Irribarren y al verlos los franceses se retiran siendo perseguidos hasta el aljibe de la legua. Finalmente los liberales optan por volver a la capital al no buscar batalla los absolutistas. Por la tarde de ese mismo día “volvieron los enemigos a situar una gran guardia en el Portichuelo”.
A principios de agosto llegan a Alicante por tierra la Milicia de Valencia, provenientes de Cartagena, escoltada por mar por siete faluchos y una polacra, al mando del intrépido y joven Joaquín de Pablo y Antón, alias “Chapalangarra”, nombrando comandante general de la provincia.
Los ataques, contraataques y repliegues no cesaban por ambos contendientes. Pero el día 16 de septiembre de 1823 se dio un importante golpe. De la villa de Elche salió la tropa francesa en una maniobra táctica dejando en la villa tropa realista nacional. Es el momento que aprovecha el comandante general De Pablos para enviar una columna compuesta por 2.500 infantes y 100 caballos. Entró en Elche por el camino de la ermita de San Antón y allí es cuando comienzan a enfrentarse a los realistas con dureza, incluso con atraques a la bayoneta, y al frente Chapalangarra con el grito de “!viva la constitución!”. Continuaron su entrada al pueblo donde eran atacados desde los tejados y ventanas de las casas, dejando atrás muertos en las calles logrando llegar al puente que une las dos orillas del rio y que es el camino de Orihuela a Valencia. Les fue imposible cruzarlo pues eran constantemente atacados por la artillería que disparaba a metralla, así que se decidió que un batallón cruzara el Vinalopó por la izquierda y ocupara el Arrabal.  

Chapalangarra


Una vez tomada la barriada los realistas abandonaron la artillería que impedía el paso por el puente, ocasión que aprovechó Chapalangarra para lanzar su caballería y “la dispersión se hizo entonces general, huyendo cobardemente, arrojando, para correr más, fusiles y cartucheras, y salvandose en la sierra”.
La perdida del enemigo fue de 60 muertos, pero el verdadero golpe fue el psicológico pues con el ataque se tomó por poco tiempo Elche, permitiendo a los liberales que se apoderasen de alimentos y material militar.
Se organizó un convoy de regreso a Alicante compuesto de 50 prisioneros, varias piezas de artillería, con sus tiros y municiones, 68 carros de trigo, 50 piezas de paño, 600 pantalones cortados, 100 fusiles, sables y cartucheras. A su entrada se escribió la siguiente crónica: “!Honor y gloria á las valientes tropas y gefes, que han sabido en quince horas, andar diez leguas pelear y triunfar!. Los libres son capaces de tanta heroicidad: para los esclavos solo hay afrenta y vilipendio”.
Sin embargo el devenir de la guerra fue demoledor para los constitucionalistas. Se fueron perdiendo importantes posiciones y finalmente se rindió la emblemática Cádiz, siendo liberado Fernando VII por los franceses el 1 de octubre.
A Alicante no le quedó mas remedio que capitular ante el comandante Vicent Foullon de Doué, y la Milicia Valenciana fue de “los últimos que en cumplimiento de nuestro juramento batallábamos en España”.
Chapalangarra huyó por mar a Gibraltar donde siguió su intensa actividad política y militar lo que le costó finalmente la vida en 1830 al entrar en España por Navarra para preparar un intento de sublevación.
Los milicianos se desarmaron y regresaron a sus hogares en Valencia, escoltados por el Regimiento número 4 francés, se les garantizó su condición de militares y un pasaporte, pero fueron represaliados y su bandera coronela fue condenada al destierro en la isla de Tabarca. Finalmente pudieron “abrazar á los padres, esposas é hijos” y 1834 fue entregada de nuevo la bandera a la valiente Milicia Valenciana.
Las ironías del destino llevaron a que Fernando VII no tuviera hijos varones y promulgara la Ley Sálica. Ello permitió reinar a su hija en perjuicio de su hermano, el infante don Carlos. Tras la muerte del monarca su esposa María Cristina se apoyó en los liberales para poder asegurar el trono de la futura Isabel II y esto dio un giro histórico a España, asegurando una monarquía constitucional y el fin definitivo del absolutismo.

Publicado en El Crisol


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