lunes, 7 de octubre de 2013

El bosque de lobos

Cuando uno levanta la vista del suelo y mira hacia el horizonte ilicitano, seguramente contemplará las peladas sierras, haciendosele un poco difícil pensar que en dichos montes, hace mucho tiempo, existía un frondoso bosque y no lo que hoy existe, la dura piedra caliza, desprovista de vegetación e incluso de tierra.
Hace apenas cuatro siglos una masa vegetal cubría la serranía, un verdadero bosque mediterráneo compuesto por una gran variedad de especies como olmos, pinos, nogales, carrascas, lentiscos, etc…, marcando su distribución las umbrías y solanas, las fuentes de agua, el tipo de suelo y la orografía, dando como resultado un completo ecosistema.
La presión demográfica y los avatares históricos llevaron a su paulatina desaparición, comenzando ésta en el siglo XVII para atender no sólo las necesidades básicas de calentar los hogares o cocinar los alimentos, sino que también como consecuencia de las necesidades de la industria jabonera o la construcción.
Tamarits - Raúl Agulló

Una cosa es suponerlo y otra bien distinta es leer con tus propios ojos la crónica de una deforestación en centenarios legajos. La suposición se convierte en verdadera tristeza al descubrir la desaparición de aquel enorme ecosistema.
Estas zonas forestales albergaban gran cantidad de fauna como ciervos, conejos, cabras, lobos, ardillas, zorros, etc. Los herbívoros comenzaron a escasear a causa de la caza humana y pronto los lobos se veían obligados a atacar a los rebaños. Por ello el Consell de Elche decidió en 1424 pagar “a tot hom estrany o privat qui matara en lo terme de la vila de Elig llops ço es per hun llop axi mascle com femella” cinco sueldos. Ciento sesenta años después se seguía premiando el exterminio del lobo: “un llop trenta sous y de lloba quaranta sous y de lligigada sinquanta sous ab tal que dita lligigada aja de passar de dos llops y si no passara se li done trinta sous”.[1]
Se conserva un procedimiento judicial de finales del siglo XVII que nos cuenta el cómo y el porqué desaparecían los bosques que cubrían las sierras ilicitanas. Existía una prohibición de talar árboles sin la oportuna licencia escrita dada por el gobernador de la villa y marquesado de Elche. Aún así algunos se arriesgaban a hacerlo, como Alonso Sais que tenía arrendadas unas tierras en la Partida de las Vallongas por Felip Sempere. Cuando fue descubierto Sais había construido una serie de hornos para la fabricación de carbón vegetal y talado 80 pinos por lo que fue detenido y llevado cautivo a la Fortaleza del Palacio. Allí confesó que no sólo había realizado esa tala sino que además taló al menos otros 230 robustos pinos en el barranco del Sipres, con troncos tan “grosos com cos y mig de home”, con la ayuda de los hermanos Carlos y Vicent Pomares y Tomás Brotons. Se le pregunto el porqué lo había hecho a pesar de la prohibición y éste manifestó que pidió permiso al dueño de la propiedad que se la dió para dejar limpia su finca y que el carbón lo vendió a las poblaciones vecinas.


Troncos ladera Vinalopó

Las talas las realizó a pesar de las advertencias de vecinos quienes le dijeron: “homes, ven en cuydado perquè axò no es pot fer sens llicència del governador y tenirla en el bolso”.
El proceso continuó y los alguaciles detuvieron a Carlos Pomares, pero su hermano Vicent, que vivía en las Vallongas, logró escapar. Cuando se presentaron en la casa de Tomás Brotons para detenerlo, que vivía en Elche, sólo encontraron a su mujer quien les dijo que hacía 21 días que no paraba por casa.[2]
Durante todo el siglo XVIII la presión humana iba en aumento y en consecuencia la necesidad de aprovechar los recursos forestales y las tierras para usos ganaderos y agricolas.
Es curioso pero uno de los expedientes conservados se redactó con la intención de contabilizar la gran cantidad de denuncias e incidentes que se sucedían con los alicantinos por su paso de la frontera para aprovecharse de los recursos naturales ilicitanos.
No se libra ni una sola de las partidas rurales fronterizas con Alicante, siendo prácticamente siempre los mismos incidentes: incendios intencionados, tala de árboles, entrada de rebaños, desmonte de tierras para labranza, hurto de garbas y cosechas…
Como selección de ejemplos diré que en lo que fue Partida de Saladas, en lo que hoy conocemos como Fondo dels Piñols, Gregorio Piñol y sus hijos colonizaron el lugar dando lugar en 1738 a todo tipo de denuncias, cortó los pinos, desmontó tierras sin licencia, incendió el monte y para rematar oculto cosechas para no pagar impuestos.
En la partida de Torrellano también en 1738 se denunció a “siertos hombres que entravan haciendo leña en el Portichuelo”.  En 1742 se taló parte de la sierra Sancho.
En los Balsares, en 1752, encontraron cortados “pinos en la sierra del puerto y su falda a la parte de mediodía del oyo de Galvany y salida del barranco de las mugeres”.
La partida del Altet tampoco se libra y en 1738 encontraron “dos hombres que estavan cargando de leña una galera en el partido de las casas del Altet llamado el uno Antonio Guill”, o como en 1741 encontraron a varios vecinos de Alicante “serca del partido de la Seineta con cavalgaduras cargadas de leña de pino que conducían a otra ciudad”.[3]
Un caso de rotulación ilegal en la partida de Santa Ana lo tenemos en 1731 cuando Juan Nadal desmonta y labra una porción de terreno que estaba cubierto de lentiscos y coscollas (sus bellotas eran importantes para el ganado) para plantar barrilla (con la que se creaba la sosa para la fabricación de jabón).[4]  
Algunas mentes lúcidas veían venir lo peor: no quedaría nada de leña que era la única fuente energética de la que disponían. La solución era intentar conservar lo que quedaba y repoblar de árboles las sierras perdidas.
Sin duda la sierra mas importante de todas ellas era la de Santa Pola, en aquella época llamada del Puerto, que era aprovechada por todos lo vecinos como zona comunal, pero que a quienes pronto les prohibieron entrar a pesar de estar en "pocessió inmemorial la dita vila y sos vehins de tallar lleña en la Serra dita del Port, terme de dita vila, y voler-los-o prohibir los procuradors general que han estar en aquella". Reseñar que gran parte del aprovechamiento lo hacía gente humilde que no disponía de más recursos que los comunales.
La extracción de madera era tan grande que en un año se autorizaron a cortar 184 toneladas de leña, esto alarmó a ciertos cargos públicos que en un informe manifestaron que "en quatro o cinco años se extermine el dicho Monte, según su estado, lo que me a parecido de mi obligación poner en la noticia de V.E. para que se digne tomar las providencias que tenga por conveniente". En 1773 el Intendente del Ministerio de la Marina da por acabado su aprovechamiento forestal escribiendo: "el continuado corte de maderas y leñas ha despoxado y talado el referido monte de lo poblado y abundante que se hallava".[5]
A finales del siglo XVIII ya poco quedaba y así lo reflejó el botánico José A. Cavanilles en su libro “Observaciones sobre la historia natural del Reino de Valencia”: “lomas y gargantas sin cultivo, sin árboles y casi sin arbustos por mas de una legua hasta Carrús. Nótandose aquí pinos robustos y elevados en un terreno semejante al que precedió desnudo; porque en Carrús hay guardas que atienden á la conservación y cria de los árboles. Si los hubiera para los cerros actualmente desarbolados, muy pronto habría leña, tan escasa hoy en aquel recinto, que los naturales arrancan hasta las raíces de los pocos arbustos que se hallan”.
Inicialmente cada vez que desaparecía una pequeña parte del bosque primario la misma naturaleza se encargaba de recuperar esa porción, pero la continuada sobre explotación llevó a que no se permitiera la regeneración natural de los montes y la erosión se encargó de una perdida paulatina de los suelos vegetales que los cubrían, produciendo finalmente un paisaje desértico.
http://www.yporquenounblog.com/2009/04/cavanilles-y-elche-en-el-dia-de-la.html
Las autoridades realizaron varios intentos de reforestar las montañas y el campo con álamos, nogales, carrascas y pinos.
Ejemplos de ello los tenemos en 1771 cuando se intentó la búsqueda de piñones para la siembra del monte de Santa Pola, tres hombres buscaron y no encontraron, a pesar de haber encontrado algún pino pero éstos ya habían sacudido el piñón. Ese mismo año encontraron en las Vallongas un lugar idóneo para plantar un nuevo vivero de nogales por estar resguardado del aire y  abastecido de agua. Al año siguiente se pudieron sacar del viejo vivero ciento cuatro nogales que fueron entregados a los vecinos del campo.[6]
En 1847 el Comisario de Montes de la Provincia ordenó mediante providencia que se sembrase de piñón y bellota los montes de la villa, los cuales fueron numerados, y que cada cuatro años fueran plantados por el orden designado, así los primeros fueron la sierra Gorda y Larga, los segundos Carrús y Peña de las Águilas, a continuación y por este orden Santa Ana y Saladas, Pedreras y Ferriol, Casa Blanca y Rápita, El Molar, Portichuelo y Sancho, Altet y Carabassí y finalmente Santa Pola.[7]
Sirvan estos breves apuntes para divulgar la existencia de un bosque que desgraciadamente no ha llegado a nuestros días. Milagrosamente el bosque de palmeras sobrevivió, en nuestras manos está concienciarnos del valor de lo que tenemos y de nuestro deber de conservarlo.
Publicado en la revista El Crisol 10/10/2013 







[1] “Acoso y exterminio del lobo en tierras del Vinalopó”. Gonzalo Martínez Español.
[2] “La llengua catalana a Elx al segle XVII”. Tesis doctoral Mª Antonia Cano i Ivorra.
[3] Archivo Histórico de Elche, Signatura H 43 25.
[4] Archivo Histórico de Elche, Signatura H 15 4.
[5] “Documents per a la història d´Elx”. Carmen Blasco García y otros.
[6] “La industria, el comercio y la agricultura en Elche”. Alejandro Ramos Folqués.
[7]  Libro de Cabildos de 11 de octubre de 1847.

1 comentario:

  1. Interesantísimo. Muchas gracias por la información. Cuidemos lo que nos queda aunque sea poco

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