Cuando uno levanta la
vista del suelo y mira hacia el horizonte ilicitano, seguramente contemplará
las peladas sierras, haciendosele un poco difícil pensar que en dichos montes,
hace mucho tiempo, existía un frondoso bosque y no lo que hoy existe, la dura
piedra caliza, desprovista de vegetación e incluso de tierra.
Hace apenas cuatro
siglos una masa vegetal cubría la serranía, un verdadero bosque mediterráneo
compuesto por una gran variedad de especies como olmos, pinos, nogales, carrascas,
lentiscos, etc…, marcando su distribución las umbrías y solanas, las fuentes de
agua, el tipo de suelo y la orografía, dando como resultado un completo
ecosistema.
La presión
demográfica y los avatares históricos llevaron a su paulatina desaparición, comenzando
ésta en el siglo XVII para atender no sólo las necesidades básicas de calentar
los hogares o cocinar los alimentos, sino que también como consecuencia de las
necesidades de la industria jabonera o la construcción.
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Tamarits - Raúl Agulló |
Una cosa es suponerlo
y otra bien distinta es leer con tus propios ojos la crónica de una deforestación
en centenarios legajos. La suposición se convierte en verdadera tristeza al
descubrir la desaparición de aquel enorme ecosistema.
Estas zonas
forestales albergaban gran cantidad de fauna como ciervos, conejos, cabras,
lobos, ardillas, zorros, etc. Los herbívoros comenzaron a escasear a causa de
la caza humana y pronto los lobos se veían obligados a atacar a los rebaños.
Por ello el Consell de Elche decidió en 1424 pagar “a tot hom estrany o privat qui matara en lo terme de
la vila de Elig llops ço es per hun llop axi mascle com femella” cinco sueldos.
Ciento sesenta años después se seguía premiando el exterminio del lobo: “un
llop trenta sous y de lloba quaranta sous y de lligigada sinquanta sous ab tal
que dita lligigada aja de passar de dos llops y si no passara se li done trinta
sous”.[1]
Se conserva un
procedimiento judicial de finales del siglo XVII que nos cuenta el cómo y el
porqué desaparecían los bosques que cubrían las sierras ilicitanas. Existía una
prohibición de talar árboles sin la oportuna licencia escrita dada por el
gobernador de la villa y marquesado de Elche. Aún así algunos se arriesgaban a
hacerlo, como Alonso Sais que tenía arrendadas unas tierras en la Partida de las
Vallongas por Felip Sempere. Cuando fue descubierto Sais había construido una
serie de hornos para la fabricación de carbón vegetal y talado 80 pinos por lo
que fue detenido y llevado cautivo a la Fortaleza del Palacio. Allí confesó que
no sólo había realizado esa tala sino que además taló al menos otros 230 robustos pinos en el barranco del Sipres, con troncos tan “grosos com cos y mig de
home”, con la ayuda de los hermanos Carlos y Vicent Pomares y Tomás Brotons. Se
le pregunto el porqué lo había hecho a pesar de la prohibición y éste manifestó
que pidió permiso al dueño de la propiedad que se la dió para dejar limpia su
finca y que el carbón lo vendió a las poblaciones vecinas.
Troncos ladera Vinalopó |
Las talas las realizó
a pesar de las advertencias de vecinos quienes le dijeron: “homes, ven en
cuydado perquè axò no es pot fer sens llicència del governador y tenirla en el
bolso”.
El proceso continuó y
los alguaciles detuvieron a Carlos Pomares, pero su hermano Vicent, que vivía
en las Vallongas, logró escapar. Cuando se presentaron en la casa de Tomás
Brotons para detenerlo, que vivía en Elche, sólo encontraron a su mujer quien
les dijo que hacía 21 días que no paraba por casa.[2]
Durante todo el siglo
XVIII la presión humana iba en aumento y en consecuencia la necesidad de aprovechar
los recursos forestales y las tierras para usos ganaderos y agricolas.
Es curioso pero uno
de los expedientes conservados se redactó con la intención de contabilizar la
gran cantidad de denuncias e incidentes que se sucedían con los alicantinos por
su paso de la frontera para aprovecharse de los recursos naturales ilicitanos.
No se libra ni una
sola de las partidas rurales fronterizas con Alicante, siendo prácticamente
siempre los mismos incidentes: incendios intencionados, tala de árboles,
entrada de rebaños, desmonte de tierras para labranza, hurto de garbas y
cosechas…
Como selección de
ejemplos diré que en lo que fue Partida de Saladas, en lo que hoy conocemos
como Fondo dels Piñols, Gregorio Piñol y sus hijos colonizaron el lugar dando
lugar en 1738 a todo tipo de denuncias, cortó los pinos, desmontó tierras sin
licencia, incendió el monte y para rematar oculto cosechas para no pagar
impuestos.
En la partida de
Torrellano también en 1738 se denunció a “siertos hombres que entravan haciendo
leña en el Portichuelo”. En 1742 se taló
parte de la sierra Sancho.
En los Balsares, en
1752, encontraron cortados “pinos en la sierra del puerto y su falda a la parte
de mediodía del oyo de Galvany y salida del barranco de las mugeres”.
La partida del Altet
tampoco se libra y en 1738 encontraron “dos hombres que estavan cargando de
leña una galera en el partido de las casas del Altet llamado el uno Antonio
Guill”, o como en 1741 encontraron a varios vecinos de Alicante “serca del
partido de la Seineta con cavalgaduras cargadas de leña de pino que conducían a
otra ciudad”.[3]
Un caso de rotulación
ilegal en la partida de Santa Ana lo tenemos en 1731 cuando Juan Nadal desmonta
y labra una porción de terreno que estaba cubierto de lentiscos y coscollas
(sus bellotas eran importantes para el ganado) para plantar barrilla (con la
que se creaba la sosa para la fabricación de jabón).[4]
Algunas mentes
lúcidas veían venir lo peor: no quedaría nada de leña que era la única fuente
energética de la que disponían. La solución era intentar conservar lo que
quedaba y repoblar de árboles las sierras perdidas.
Sin duda la sierra
mas importante de todas ellas era la de Santa Pola, en aquella época llamada
del Puerto, que era aprovechada por todos lo vecinos como zona comunal, pero
que a quienes pronto les prohibieron entrar a pesar de estar en "pocessió
inmemorial la dita vila y sos vehins de tallar lleña en la Serra dita del Port,
terme de dita vila, y voler-los-o prohibir los procuradors general que han
estar en aquella". Reseñar que gran parte del aprovechamiento lo hacía
gente humilde que no disponía de más recursos que los comunales.
La extracción de
madera era tan grande que en un año se autorizaron a cortar 184 toneladas de
leña, esto alarmó a ciertos cargos públicos que en un informe manifestaron que
"en quatro o cinco años se extermine el dicho Monte, según su estado, lo
que me a parecido de mi obligación poner en la noticia de V.E. para que se
digne tomar las providencias que tenga por conveniente". En 1773 el Intendente
del Ministerio de la Marina da por acabado su aprovechamiento forestal
escribiendo: "el continuado corte de maderas y leñas ha despoxado y talado
el referido monte de lo poblado y abundante que se hallava".[5]
A finales del siglo
XVIII ya poco quedaba y así lo reflejó el botánico José A. Cavanilles en su
libro “Observaciones sobre la historia natural del Reino de Valencia”: “lomas y
gargantas sin cultivo, sin árboles y casi sin arbustos por mas de una legua
hasta Carrús. Nótandose aquí pinos robustos y elevados en un terreno semejante
al que precedió desnudo; porque en Carrús hay guardas que atienden á la
conservación y cria de los árboles. Si los hubiera para los cerros actualmente
desarbolados, muy pronto habría leña, tan escasa hoy en aquel recinto, que los
naturales arrancan hasta las raíces de los pocos arbustos que se hallan”.
Inicialmente cada vez
que desaparecía una pequeña parte del bosque primario la misma naturaleza se
encargaba de recuperar esa porción, pero la continuada sobre explotación llevó
a que no se permitiera la regeneración natural de los montes y la erosión se
encargó de una perdida paulatina de los suelos vegetales que los cubrían,
produciendo finalmente un paisaje desértico.
http://www.yporquenounblog.com/2009/04/cavanilles-y-elche-en-el-dia-de-la.html |
Las autoridades
realizaron varios intentos de reforestar las montañas y el campo con álamos,
nogales, carrascas y pinos.
Ejemplos de ello los
tenemos en 1771 cuando se intentó la búsqueda de piñones para la siembra del
monte de Santa Pola, tres hombres buscaron y no encontraron, a pesar de haber
encontrado algún pino pero éstos ya habían sacudido el piñón. Ese mismo año
encontraron en las Vallongas un lugar idóneo para plantar un nuevo vivero de
nogales por estar resguardado del aire y
abastecido de agua. Al año siguiente se pudieron sacar del viejo vivero
ciento cuatro nogales que fueron entregados a los vecinos del campo.[6]
En 1847 el Comisario
de Montes de la Provincia ordenó mediante providencia que se sembrase de piñón
y bellota los montes de la villa, los cuales fueron numerados, y que cada
cuatro años fueran plantados por el orden designado, así los primeros fueron la
sierra Gorda y Larga, los segundos Carrús y Peña de las Águilas, a continuación
y por este orden Santa Ana y Saladas, Pedreras y Ferriol, Casa Blanca y Rápita,
El Molar, Portichuelo y Sancho, Altet y Carabassí y finalmente Santa Pola.[7]
Sirvan estos breves
apuntes para divulgar la existencia de un bosque que desgraciadamente no ha
llegado a nuestros días. Milagrosamente el bosque de palmeras sobrevivió, en
nuestras manos está concienciarnos del valor de lo que tenemos y de nuestro
deber de conservarlo.
Publicado en la revista El Crisol 10/10/2013
[1] “Acoso y exterminio del
lobo en tierras del Vinalopó”. Gonzalo Martínez Español.
[2] “La llengua catalana a Elx
al segle XVII”. Tesis doctoral Mª Antonia Cano i Ivorra.
[3] Archivo Histórico de Elche,
Signatura H 43 25.
[4] Archivo Histórico de
Elche, Signatura H 15 4.
[5] “Documents per a la
història d´Elx”. Carmen Blasco García y otros.
[6] “La industria, el comercio
y la agricultura en Elche”. Alejandro Ramos Folqués.
[7] Libro de Cabildos de 11 de octubre de 1847.
Interesantísimo. Muchas gracias por la información. Cuidemos lo que nos queda aunque sea poco
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